Queridos amigos;
aqui tenemos otra reflexión de otro amigo que compartio unos dias con nosotros en Burundi. Edu, muchas Gracias por compartirlo con nosotros.
Se que estoy en deuda con vosotros, espero en breve contaros como esta siendo la vuelta a España y todas las nuevas ideas que estamos preparando.
Gracias a todos
Yohakimo
Reflexiones de un voluntario tras pasar por Burundi.
Cuando el 18 de Agosto a eso de las 3 de la tarde tuvimos la misa de despedida me invadió una sensación inexplicable, mezcla de emoción por haber intentado hacer durante 3 semanas a algunos burundeses más felices y pena por abandonar un país tan maravilloso. Las lágrimas que derramé durante algunos de los cantos de misa, se me saltaron cuando miraba alrededor y veía con que ganas y sobretodo fe con la que cantaban tanto los voluntarios burundeses cómo Los niños de Maria y demás amigos y fieles con los que habíamos estado durante esas tres maravillosas semanas.
Después de todo este tiempo, la gente me sigue preguntando que ¿Qué tal por Burundi? A lo que yo siempre respondo que ¡Genial! Ante esta respuesta la gente se queda un poco extrañada porque ¿Cómo puedes decir que te sientes genial en el segundo país mas pobre del mundo? Y es por una sencilla razón, por la gente, una gente que es especial, gente que ha sufrido mucho y que ha sabido perdonar, gente que está agradecida a un “invasor” blanco cuando éste le da un simple caramelo y sobretodo agradecida a Dios. La fe, esta fe que tienen ellos es algo inexplicable. Algo que nos llamó a todos la atención, y lo han reflejado mis amigos en las anteriores reflexiones, es que los burundeses son incapaces de hacer ninguna cosa sin rezar. Al igual que Dios, ellos han sabido perdonar a gente que ha hecho verdaderas atrocidades durante tantos años, han sabido perdonar a los asesinos de sus padres, hijos, hermanos, esposas y esposos. Inexplicablemente la gente allí se muestra feliz con cualquier cosa, he leído en la Wikipedia que según un estudio, los burundeses son los que tiene el índice de felicidad mas bajo del mundo; yo me pregunto si han estado los del estudio allí, porque la felicidad no se mide con quien tiene mas dinero, mas coches, mas empresas o mejores hospitales, la felicidad en mi parecer es algo mas complejo tan complejo cómo que tu vas en el coche, pasas por delante de un colegio y los niños salen corriendo, gritando muzungu y sobretodo sonriendo; algo tan sencillo como que tu vayas por uno de los peores barrios de Bujumbura repartiendo globos y ya no solo los niños, sino que también los adultos se vayan a sus casas felices porque les has dado un mísero globo esto es algo que sólo lo puedes encontrar allí.
Por supuesto que el país necesita ayuda, sino no hubiéramos ido, pero posiblemente los burundeses nos hayan ayudado más a nosotros que nosotros a ellos. Es algo que hemos ido repitiendo todos y es que los burundeses te trasmiten una gran felicidad, todos estábamos felices, ya fuera derribando una casa semiruinosa bajo el sol africano durante horas, ya fuera limpiando sábanas de enfermos de tuberculosis con olores y restos indescriptibles o bien haciendo curas a enfermos.
De hecho esto último fue lo que más me impresionó y a la vez me hizo más feliz y es que siempre, cuando alguien quiere ahondar en la experiencia que hemos tenido les describo nuestro paso por las casas de las Misioneras de la Caridad. Las Hermanas de la Madre Teresa de Calcuta tienen dos centros en Bujumbura, el de “la playa” que es un orfanato y centro para mayores, y el de “la ciudad” que acoge a enfermos de todas las edades. Este último para mí fue el más especial, allí tenías que reprimir algunas reacciones corporales, sobretodo la reacción ante el olor, un olor que es muy fuerte, tienes que lavar sábanas con los restos que llevan o bien tienes que quitar un eccema a un niño. Pero esto es lo que más te llena, allí es donde te sientes útil y donde de verdad ves las caras de aquellos a los que ayudas, ver la sonrisa de un niño con tuberculosis que se iba arrastrando por el suelo cuando simplemente le repites su nombre (Innocent) o te sientas en el suelo junto a él. Se te hace un nudo en la garganta cuando un niño (Steve) al que le das un caramelo, él te pide que se lo abras para dárselo a su hermana pequeña. Y sobretodo sales de allí con una mezcla de tristeza y de alegría. Tristeza porque lo más seguro es que no vuelvas a ver a ninguno de esos enfermos, pero a la vez alegría porque has ayudado a las hermanas y sobretodo porque has hecho que los enfermos se sintieran queridos, aunque sólo fueran por unas horas.
También me gustaría resaltar el valor y fuerza que tienen las burundesas, como ya dijo “el tito Fer”, son unas mujeres que se ocupan, la mayoría, de hacer las compras, cocinar, cuidar a los pequeños, pero que además deben de llevar algo de dinero a la casa, ya sea vendiendo cualquier cosa o recolectando verduras o café.
Y por supuesto me gustaría, como no, intentar haceros comprender como es la infancia allí. Los niños durante el curso quieren ir a la escuela, al igual que lo quieren sus familias, pero no todos pueden ya que deben de llevar el material escolar suficiente e ir con el uniforme el primer día de clase, y si no lo llevas, no vuelve el segundo. El resto del día o bien ayudan en casa el que tiene, y el que no se pasa el día en la calle, moviéndose y buscando algo que comer o donde trabajar. También los niños están al cargo de sus hermanos pequeños, es impresionante ver a una niña de unos 7 años cargar con su hermano de pocos meses a la espalda jugando a saltar una cuerda, corriendo o jugando con una pelota.
También me gustaría dar las gracias a los voluntarios, tanto españoles: Mónica, Belén, Mercedes, las Teresas( Viro, Machés y Real), Irene, Elvira, David, Miguel, Fernando y José que sin ellos no habría sido lo mismo, también me gustaría dar las gracias (urakoze) a los voluntarios burundeses: Elithe, Emelyne, Evelyne, Carléne, Serges, Oswald, Bonaire, Olivier, Ines, Salvator y demás que no recuerdo en este momento, como no a nuestro chileno Particular: Matías, por supuesto a los padres de Schönsdtatt, especialmente al Padre Rodrigo y al Padre Claudio y como no dar las gracias a Joaquín, sin ti no hubiera sido posible nada de lo que hemos hecho, también darte las gracias por todo lo que has hecho en Burundi y estoy seguro que aunque no estés allí, vamos a ser capaces de hacer grandes cosas.
Y por último invitaros a todos los que leáis este pequeño resumen a que participéis en los proyectos de María Ayuda y animaros a que hagáis esto, por lo menos, una vez en la vida.
¡Un abrazo a todos!