TRAS LAS HUELLAS DE VICENTE FERRER
Un voluntario en Burundi
Joaquín Zuazo con un bebé en brazos
Joaquín Zuazo lo dejó todo con 23 años en Madrid para cumplir un sueño: ayudar a los demás. Lo que él no se imaginaba es que una visita a Burundi cambiaría por completo su vida hasta el punto de convertir ese lejano país en su segundo hogar. Ahora, de la mano de la Fundación María Arafasha, trabaja por devolver la dignidad a los niños de la calle.
Inés Marichalar Fotos: Eduardo Losada
Aquello no estaba previsto. Ese 30 de octubre de 2006 Joaquín no sabía todavía que la visita que hizo a Burundi para “conocer su realidad” cambiaría su vida para siempre. “Algo me ocurrió y, aunque volví a Madrid, una parte de mí se quedó entre aquella gente. Sólo pensaba en volver”, comenta.
Y así ocurrió. El 15 de enero de 2008, Joaquín aterrizaba en Bujumbura, la capital del país, con las cosas muy claras: colaborar como voluntario con la Fundación María Arafasha (la rama social del movimiento apostólico Schoenstatt) que trabajaba allí desde hacía escasos meses, para devolver la infancia a los niños de la calle. Atrás quedaban familia, amigos y el trabajo cómodo en una silla de oficina: ahora su profesión estaba por definir.
Niña de BurundiViolencia y pobreza
La acogida que recibió Joaquín en Mont Sion, un centro de peregrinación a las afueras de Bujumbura fue tan cálida que le costó acordarse de que estaba a miles de kilómetros de los suyos. “Aunque nada tenía que ver con lo que yo conocía, lo cierto es que en dos meses no tuve la más mínima nostalgia. Me sentía increíblemente feliz, con muchísima paz interior”, asegura.
Pero enseguida pudo constatar las nefastas consecuencias del conflicto étnico entre hutus y tutsis que llevaba asolando el país desde 1993. La pobreza, el miedo y la falta de infraestructuras habían hecho estragos en una población acostumbrada a sufrir sin quejarse.
A pesar de que actualmente el país está en fase de transición tras la guerra, no queda claro que el conflicto haya terminado del todo, ya que siguen existiendo grupos rebeldes que no ceden a la presión internacional. “Esto lo hemos podido comprobar aquí varias veces. El año pasado hubo dos ataques fuertes a la capital y más de una vez hemos escuchado disparos en la noche. Lo que están muy claras son dos cosas: que el país no se ha desarmado para nada y que hay mucho miedo para las elecciones del 2010. Ya ha empezado la campaña”, asegura Joaquín Zuazo.
Joaquín Zuazo con más gente en la comunidad de Mont SionA esta situación se añadían las condiciones de miseria en las que viven la mayoría de las familias, por lo que el trabajo de los voluntarios se hacía y se hace indispensable. “Esta pequeña nación del África Oriental está considerada como una de las más pobres del mundo. El último ránking que he visto la colocaba en cuarto lugar por la cola, a pesar de ser el segundo país con la densidad de población más alta de África. Tenemos una mortalidad infantil muy alta y una esperanza de vida muy corta. Mucha desnutrición y mucha pobreza extrema”, explica el cooperante.
Ilusión
Pero la capacidad e ilusión de los burundeses, según Joaquín, lo supera todo. “Estas personas son felices y viven sin nada. Tienen un sentimiento de amor muy grande por su país, y realmente creen que es un buen lugar, que el futuro les deparará algo bueno. Son optimistas por naturaleza y están deseando ponerse manos a la obra. Eso es lo que te anima a seguir a pesar de las dificultades”, afirma el voluntario.
A pesar de esta situación, los avances de la Fundación María Arafasha y de su equipo de voluntarios van cambiando poco a poco el panorama tan difícil con el que se encontró Joaquín en su día. La organización ya ha conseguido construir un centro de acogida para niños huérfanos, crear desde cero un completo proyecto educativo y quiere comprar un terreno cercano para construir un colegio en condiciones. Poco a poco, con paso lento pero seguro, la pequeña comunidad de Mont Sion va tomando forma.
Joaquín Zuazo jugando con un niño de Burundi“El problema siempre es el mismo: la falta de medios y de dinero para poder avanzar. Y luego hay que tener en cuenta que aquí todo se hace a mano: los movimientos de tierras, el hormigonado... Claro que hemos tenido problemas y los seguimos teniendo, pero nos los tomamos con humor. Es otra forma de entender la vida: a pesar de la dureza prevalece el amor, la solidaridad”, comenta el cooperante.
Joaquín Zuazo se siente satisfecho con el trabajo realizado y está orgulloso de la actitud y de la ilusión que le demuestran todos. “La mejor forma de verlo, la que más feliz me hace es el cambio de actitud y de comportamiento de los niños. Son increíbles, han sufrido mucho y, pese a todo, están cambiando y creyendo en su futuro como nadie. ¡Ojalá pudierais desde España venir a conocerles! Esto es duro, pero es una experiencia única, no la cambiaría por nada”, finaliza este cooperante español.
Quien desee apoyar este proyecto puede ingresar un donativo en el número de cuenta: 2054.0382.29.9150380588
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