miércoles, 17 de marzo de 2010

Queridos Amigos:

       Perdonar que no haya escrito nada últimamente, pero voy un poco de cabeza preparando todo para mi viaje a España. Espero antes de que acabe la semana contaros.
Por el momento os dejo con el testimonio de Miguel, uno de los voluntarios que nos acompaño en navidades. Espero que lo disfruteis.


Madrid a 23 Enero 2010-01-23

Voy a intentar contaros como descubrí África, Burundi.

Todo el mundo, bueno casi todo, tenemos un concepto de África como un continente donde tenemos que viajar y descubrir sus maravillas. yo hasta ahora, había oído hablar de Tanzania, Somalia, Nairobi, Kenia, los Safaris, la fotografía, algo que me apasiona, aunque aun, no consiga mas que media docena de fotos medio decentes. 



Pero hace aproximadamente 10 meses una compañera, Elvis, me descubrió Burundi, prometo que tuve que buscar en Google donde estaba situado y algo de su historia.
Nos conto, a todos los que quisimos escucharla, lo que se estaba haciendo allí, con la ayuda de un chaval que un día lo dejo todo, trabajo, familia, amigos, para irse a un país pobre y rico a la vez, que contradicción no?, y darse a los demás, claro, hablo de Joaquín. Yo siempre he querido colaborar en algún sitio, con alguien, de hacer algo diferente, de sentirme útil, bien, dar sentido a mi vida, pero nunca me había decidido, por desconocimiento, por miedo a lo desconocido, por que también, la situación personal de cada uno en cada momento nos condiciona de alguna manera y nos debemos a otras personas.



Pero en Agosto del 2009 me quede con ganas de viajar a Burundi, conocer a Joaquín, a los padres de Schönstatt, algo nuevo también para mi, no había oído habla de este movimiento católico hasta este pasado año, conocer a los niños de la casa de Mariya Arafasha, y todo lo que en Septiembre nos había contado Elvis de su viaje. Así cuando en Octubre comento que se estaba formando un grupo para ir en Navidades, apenas lo pensé y la pedí que me tuviesen en cuenta.

Después de reunirnos y conocernos el grupo en Madrid, en el santuario que tiene Schönstatt en Serrano, conocer al Padre Lorenzo, que nos conto y puso en situación de qué y cómo sería nuestra estancia allí. Llegamos el 27 de Diciembre a Bujumbura, allí estaba Joaquín, esperándonos a pie de pista, fuera nos esperaba el padre Rodrigo, una persona especial, que me llego mucho, por su sencillez y cercanía. Además había algún voluntario Burundés, para darnos la bienvenida. A partir de este momento, nos transportamos a otro mundo, como decía antes, un país muy pobre, pero muy rico, rico en amor, cariño, amistad, generoso, unas personas, que solo saben ser simpáticos y agradables con nosotros, los Mzungus, como nos llaman.


En nuestra estancia en Bujumbura, en Mont-Sion, hemos jugado con los niños, hemos hecho manualidades, competiciones, gymkanas, hemos cantado y bailado, me he dejado hechizar con sus misas, sus cantos y bailes, el sentimiento que ponen, y la adoración tan grande que tienen a la Madre, que no es otra que la Virgen Maria. Ahora, al escribir estas líneas sonrío, viendo mentalmente cada uno de los momentos vividos, de los paseos por la ciudad, de las mañanas en la casa de las misioneras, donde a algunos de nosotros se nos quitaron los escrúpulos, y alguna que otra mascara con la que hemos vivido hasta ahora.



Es impresionante ver, a niños de 4, 5 años con mas ropa, que una camiseta sucia, con algún que otro roto, sus zapatos, son sus pies descalzos, acostumbrados a pisar sobre cualquier terreno, pero lo mas grande, es su sonrisa, su mirada, grande, limpia, sincera, llena de alegría, sinceridad. Como cuando aquí, en esta parte del mundo un niño ve por primera vez a los reyes magos, pues así. Cada día, estaban esperándonos a las 8 de la mañana, o antes, para que hiciésemos actividades con ellos, jugar, correr, saltar, cualquier cosa.
Amahoro, era la primera palabra que oías, es algo así como darte la paz, un saludo.



Les encanta que les hagas fotos y se las enseñes, y además posan, y quieren hacerte ellos las fotos y se dejan querer, pero sobre todo, quieren. No sabría explicar el coctel de emociones, sensaciones vividas, compartidas con mis compañeros, con los voluntarios burundeses, con los padres. He recibido tanto y he dado tan poco, que me siento en deuda con ellos, con esos niños que aparecían por todas partes en cuanto nos veían en el campo de futbol. No tengo palabras, porque es algo que con palabras es difícil de explicar, hay que vivirlo, sentirlo y dejarse llevar por su encanto, si encanto, aun cuando no hay una playa estupenda con palmeras, rodeado de bares estupendos donde están pendiente de tu copa. Pero hay algo mejor, personas y personitas que corren a darte la mano, un abrazo en cuanto te ven, a compartir contigo lo poco que tienen. Y si que tienen playa, su playa que no es más, ni menos, que el lago Tanganica, esa es su playa y la nuestra, donde disfrutamos de un día fantástico de fiesta con todos los niños de la casa de Mariya, y donde compartimos bocadillos y fantas, baños y juegos.

Me sorprendió la generosidad de los niños, de cómo, se cuidan entre ellos, y cuando paseábamos por las calles y dabas algún caramelo, llegaba un momento en el cual, no había mas, y siempre alguno se quedaba sin caramelo, pero lo que en esta parte del mundo, habría sido un “chínchate, que yo tengo y tu no” allí al contrario, siempre había uno que tenia 2 ó mas y compartía con aquel que no tenia ninguno. Hablamos de niños, que no tienen que comer, que quizás coman una vez al día y no precisamente una dieta equilibrada, sino algo de maíz, arroz, o alubias y eso en el mejor de los casos.
Hablamos de un país donde en la capital, el 70% no tienen ni agua ni luz, donde deben recorrer kilómetros para conseguir una garrafa de agua que transportan sobre sus cabezas, y donde los caminos están hechos por el constante paso de ellos mismos, os puedo asegurar que yo, solo cargado con mi mochila con mi cámara de fotos, subir por donde suben ellos es algo duro, para mi, porque en un momento de mi flaqueza para continuar y tirado en el suelo, pasa por mi lado, una mujer con una caja de cervezas de litro llena de agua sobre su cabeza, y sonriendo, o se reía de mi y mi situación?, no seguro que no, no tienen esa maldad, es mas, se preocupan por cada una de las personas en cuanto te ven o te notan preocupado.

Podría contar que el día que fui invitado a comer con la familia de un voluntario, Salvatore, fue algo entrañable, diferente, el padre salio a saludarme y se quiso hacer una foto conmigo, un hombre que no sabría decir que edad tiene, mayor, de paso tranquilo, una familia de al menos 8 personas, en una casa que no es demasiado grande.
La hermana mayor, Joseline, hizo de anfitriona, estuvo pendiente de mi todo el rato hasta que prepararon la comida, entre tanto me presento a sus hermanos, e incluso algunas amigas se acercaron a saludarme, la madre se asomo un segundo para saludarme también y desapareció.
Lo que mas me sorprendió, fue que solo comimos Salvatore y yo, el resto de la familia parece ser que había comido ya, fue así?, o realmente fue su comida la que me tome yo. Cuando alguien es capaz de ofrecer a un extranjero, a un blanco, un Mzungu, su comida por nada, porque realmente yo no les he dado nada, solo he ido de vacaciones a África, creo que demuestra la calidad humana que tienen.

No voy a contar lo que vienen de pasar, porque no lo se, de su guerra reciente, de lo duro que debe ser sobreponerse y convivir todos en paz. En un lugar donde gracias a diferentes organizaciones, las Misioneras de la caridad, de Teresa de Calcuta, los padres de Schoenstatt, los laicos, misioneros, personas como Joaquín, ese loco generoso que dice llevar 2 años de vacaciones, vacaciones intensas, sin parar, con el móvil en constante tintineo, gestiones, idas y venidas, compras, la casa de los niños de Mariya, con todo lo que conlleva, organización, gestión y funcionalidad, esas son sus vacaciones, por eso Gracias Joaquín.



Vivir allí es duro, y es duro ver los pocos recursos que tienen, y a esos niños, que voluntarias a cuatro manos deben dar de comer a un montón de niños, sin descanso para sí mismas, porque, lo importante es que coman los niños., y lavar, imaginar lo que es tener que lavar todos los días a mano, allí no hay lavadoras, cientos de pañales, sabanas, cubre sabanas, todo a mano, hirviendo agua, llenando bañeras enormes y frotando con un tipo de jabón de ese que decimos aquí “Lagarto” de verdad que eso impresiona, al menos a mí, cuando estamos acostumbrados, a poner la lavadora y despreocuparnos, a elegir entre 4 ó 6 camisas, 4 ó 6 camisetas ó polos. Allí tienen la camiseta, el polo, y poco más, y digo poco, porque es cierto.

No sé, quizás he escrito demasiado, y quizás tampoco he sabido expresar todo eso que he sentido, y siento. Pero al menos he intentado reflejar lo mejor que sé, lo que vi, sentí, y viví.

Miguel Ángel Novella.