miércoles, 29 de septiembre de 2010

Las Reflexiones de Edu


Queridos amigos;

                              aqui tenemos otra reflexión de otro amigo que compartio unos dias con nosotros en Burundi. Edu, muchas Gracias por compartirlo con nosotros.
Se que estoy en deuda con vosotros, espero en breve contaros como esta siendo la vuelta a España y todas las nuevas ideas que estamos preparando.

Gracias a todos


Yohakimo



Reflexiones de un voluntario tras pasar por Burundi.





Cuando el 18 de Agosto a eso de las 3 de la tarde tuvimos la misa de despedida me invadió una sensación inexplicable, mezcla de emoción por haber intentado hacer durante 3 semanas a algunos burundeses más felices y pena por abandonar un país tan maravilloso. Las lágrimas que derramé durante algunos de los cantos de misa, se me saltaron cuando miraba alrededor y veía con que ganas y sobretodo fe con la que cantaban tanto los voluntarios burundeses cómo Los niños de Maria  y demás amigos y fieles con los que habíamos estado durante esas tres maravillosas semanas.





Después de todo este tiempo, la gente me sigue preguntando que ¿Qué tal por Burundi? A lo que yo siempre respondo que ¡Genial! Ante esta respuesta la gente se queda un poco extrañada porque ¿Cómo puedes decir que te sientes genial en el segundo país mas pobre del mundo? Y es por una sencilla razón, por la gente, una gente que es especial, gente que ha sufrido mucho y que ha sabido perdonar, gente que está agradecida a un “invasor” blanco cuando éste le da un simple caramelo y sobretodo agradecida a Dios. La fe, esta fe que tienen ellos es algo inexplicable. Algo que nos llamó a todos la atención, y lo han reflejado mis amigos en las anteriores reflexiones, es que los burundeses son incapaces de hacer ninguna cosa sin rezar. Al igual que Dios, ellos han sabido perdonar a gente que ha hecho verdaderas atrocidades durante tantos años, han sabido perdonar a los asesinos de sus padres, hijos, hermanos, esposas y esposos. Inexplicablemente la gente allí se muestra feliz con cualquier cosa, he leído en la Wikipedia que según un estudio, los burundeses son los que tiene el índice de felicidad mas bajo del mundo; yo me pregunto si han estado los del estudio allí, porque la felicidad no se mide con quien tiene mas dinero, mas coches, mas empresas o mejores hospitales, la felicidad en mi parecer es algo mas complejo tan complejo cómo que tu vas en el coche, pasas por delante de un colegio y los niños salen corriendo, gritando muzungu y sobretodo sonriendo; algo tan sencillo como que tu vayas por uno de los peores barrios de Bujumbura repartiendo globos y ya no solo los niños, sino que también los adultos se vayan a sus casas felices porque les has dado un mísero globo esto es algo que sólo lo puedes encontrar allí.




Por supuesto que el país necesita ayuda, sino no hubiéramos ido, pero posiblemente los burundeses nos hayan ayudado más a nosotros que nosotros a ellos. Es algo que hemos ido repitiendo todos y es que los burundeses te trasmiten una gran felicidad, todos estábamos felices, ya fuera derribando una casa semiruinosa bajo el sol africano durante horas, ya fuera limpiando sábanas de enfermos de tuberculosis con olores y restos indescriptibles o bien haciendo curas a enfermos.

De hecho esto último fue lo que más me impresionó y a la vez me hizo más feliz y  es que siempre, cuando alguien quiere ahondar en la experiencia que hemos tenido les describo nuestro paso por las casas de las Misioneras de la Caridad. Las Hermanas de la Madre Teresa de Calcuta tienen dos centros en Bujumbura, el de “la playa” que es un orfanato y centro para mayores, y el de “la ciudad” que acoge a enfermos de todas las edades. Este último para mí fue el más especial, allí tenías que reprimir algunas reacciones corporales, sobretodo la reacción ante el olor, un olor que es muy fuerte, tienes que lavar sábanas con los restos que llevan o bien tienes que quitar un eccema a un niño. Pero esto es lo que más te llena, allí es donde te sientes útil y donde de verdad ves las caras de aquellos a los que ayudas, ver la sonrisa de un niño con tuberculosis que se iba arrastrando por el suelo cuando simplemente le repites su nombre (Innocent) o te sientas en el suelo junto a él. Se te hace un nudo en la garganta cuando un niño (Steve) al que le das un caramelo, él te pide que se lo abras para dárselo a su hermana pequeña. Y sobretodo sales de allí con una mezcla de tristeza y de alegría. Tristeza porque lo más seguro es que no vuelvas a ver a ninguno de esos enfermos, pero a la vez alegría porque has ayudado a las hermanas y sobretodo porque has hecho que los enfermos se sintieran queridos, aunque sólo fueran por unas horas.

 

También me gustaría resaltar el valor y fuerza que tienen las burundesas, como ya dijo “el tito Fer”, son unas mujeres que se ocupan, la mayoría, de hacer las compras, cocinar, cuidar a los pequeños, pero que además deben de llevar algo de dinero a la casa, ya sea vendiendo cualquier cosa o recolectando verduras o café.



Y por supuesto me gustaría, como no, intentar haceros comprender como es la infancia allí. Los niños durante el curso quieren ir a la escuela, al igual que lo quieren sus familias, pero no todos pueden ya que deben de llevar el material escolar suficiente e ir con el uniforme el primer día de clase, y si no lo llevas, no vuelve el segundo. El resto del día o bien ayudan en casa el que tiene, y el que no se pasa el día en la calle, moviéndose y buscando algo que comer o donde trabajar. También los niños están al cargo de sus hermanos pequeños, es impresionante ver a una niña de unos 7 años cargar con su hermano de pocos meses a la espalda jugando a saltar una cuerda, corriendo o jugando con una pelota.

También me gustaría dar las gracias a los voluntarios, tanto españoles: Mónica, Belén, Mercedes, las Teresas( Viro, Machés y Real), Irene, Elvira, David, Miguel, Fernando y José que sin ellos no habría sido lo mismo, también me gustaría dar las gracias (urakoze) a los voluntarios burundeses: Elithe, Emelyne, Evelyne, Carléne, Serges, Oswald, Bonaire, Olivier, Ines, Salvator y demás que no recuerdo en este momento, como no a nuestro chileno Particular: Matías, por supuesto a los padres de Schönsdtatt, especialmente al Padre Rodrigo y al Padre Claudio y como no dar las gracias a Joaquín, sin ti no hubiera sido posible nada de lo que hemos hecho, también darte las gracias por todo lo que has hecho en Burundi y estoy seguro que aunque no estés allí, vamos a ser capaces de hacer grandes cosas.





Y por último invitaros a todos los que leáis este pequeño resumen a que participéis en los proyectos de María Ayuda y animaros a que hagáis esto, por lo menos, una vez en la vida.



¡Un abrazo a todos!

jueves, 23 de septiembre de 2010

Testimonio Mercedes


BURUNDI Y LA ALEGRÍA

Hace un mes que volví de Burundi y en tan poco tiempo la vida ha cambiado radicalmente y como cualquier muzungu me enfrento a las torpezas diarias de vivir en este primer mundo; una de ellas es no tener ordenador por lo que tengo colgado el contacto con mis queridos amigos hispano-burundeses.
Como soy anárquica empiezo con este desorden establecido dando las gracias por haber estado allí, por hacerme vivir ese mundo a tan solo unas horas de avión de Madrid; gracias por aquellos desayunos, por aquel saber perder el equipo masculino ante el buen-hacer de las chicas en Furor, por compartir tantas cosas, por formar un grupo.



Empiezo a entrar un poco en el tema porque sin lugar a dudas recomiendo ir a Burundi; allí eres feliz, te acuestas cada día con la tranquilidad de haber hecho algo bueno y eso te hace feliz; a mi desde luego.
Hablar de mi en Burundi se me hace muy fácil; todos los días estaban ocupados desde primera hora por cosas que me gustaba hacer y eran inmediatamente recompensadas.
Allí son sencillas las relaciones, es el mundo del trueque, siempre recibiendo amor.
El corazón se expande y con total disciplina e inercia das todo lo que puedes porque inviertes en gratitud; no voy a negar que el trabajo ha sido duro en algunas ocasiones y se me han revuelto las tripas ante la impotencia y la incomprensión por sentir que el hambre estaba necrosada, que hablar de reparto equitativo era una burla, que el destino se había imbricado en la injusticia, que la pena estaba bombardeada y solo quedaba la fé, la esperanza, la alegría.



Pues eso, de nuevo me metía en la cama con aquel cuelgue aromático de Relec y me dormía sin haber resuelto nada sintiéndome un guisante, un mosquito incapaz de atravesar aquella piel de muzungus impasibles ante la injusticia.
Al día siguiente las campanadas y mi enemiga la urraca me despertaban y paradójicamente estaba feliz, tenía una tarea concreta que hacer, nos encontraríamos con aquellos niños en el campo de futbol, tendríamos a bebés enredados en nuestros brazos en las Madres  donde, aquella voluntaria de Isla Mauricio ( ¿), una persona ejemplar por su labor callada y constante que no pasará mas que a la intrahistoria, a su gozo de haber hecho algo bueno un día y otro…

Aquí, en este incongruente llamado mundo-desarrollado, la recurrente disculpa de la rutina no nos permite sentir el amor, Dios en los ojos ajenos como dijo Elvis; la vida del muzungu nos enfrenta a vivir solos, sin recibir la gratitud, sin tener una tarea, una disciplina de hacer el bien y eso gusta mucho, a mi me gusta mucho.


Sentir la gratitud ajena y el amor nos hace crecer, me ha hecho crecer y quiero que continúe en mi y me ayude a ser mejor, a tener como objetivo hacer algo bueno cada día porque inevitablemente revierte en felicidad.


Aprovechar Burundi ha sido gracias a la inmejorable organización de Elvis, de Gaby, a Teresa –mi teacher de restauración- por haberme hablado de “un voluntario en Burundi”, al humor de Irene, a mi equipooo! ( David y Matías), al magnífico Mundo Bilbo, a mis Teresas ( ¡no me dejo ni una!) , a Belén, Mónica que es un sol, a Edu –mi niño-, a Miguel que tu si que lo vales, a la ayuda de los padres y a aquella santidad que se respiraba en la Casa de la Madre Teresa de Calcuta y sobretodo a los ojos abiertos a sonrisas, a brazos deseando envolvernos en bondad.
Gracias por hacerme vivir cosas buenas

Mercedes Sosa


viernes, 10 de septiembre de 2010

Testimonio de Royal



Aqui tenemos otro testimonio muy interesante.

LA FELICIDAD ES EL CAMINO, NO LA META


Escribir un testimonio sobre una experiencia burundesa de tres semanas se trata de todo un reto, sobre todo después de haber leído el de mi gran amiga y tocaya Teresa Viro, y por supuesto el que ha escrito el grandioso Tito; donde ambos han descrito la realidad de una forma increíble. Francamente no he hecho muy bien en dejar reposar mis ideas para este relato, ya que mis compañeros se me han adelantado descaradamente (más bien ingeniosamente) y ahora me quedo sin palabras para poder detallar tal experiencia. Al volver a España todo el mundo te pregunta sobre el país, la gente, lo que has hecho para «colaborar»… y tú te mueres de ganas por dar a conocer cada segundo vivido, pero no tienes ni idea de por dónde empezar y mucha menos idea de cómo describirlo. Sentada en el escritorio me dispongo a, por lo menos, intentar ofreceros la mejor cara burundesa, esa que los que hemos estado allí hemos experimentado a diario, la cara de un país maravilloso y sorprendente, la cara de la sonrisa, la fe y la felicidad.



Ir de voluntariado a un país completamente desconocido y enterrado en la más profunda de las pobrezas es toda una incertidumbre y te llena de preguntas sin respuesta y de inquietudes que por lo menos a mí me consumieron un mes antes de partir. Pero supongo que todo ello es fruto de los nervios y de las ganas de llegar e intentar ofrecer tu mínimo granito de arena. Pues bien, todo lo que previamente imaginas, organizas y sueñas no se parece ni lo más mínimo a lo que en realidad existe en Burundi. Es un país «dejado de la mano de Dios» pero solamente en términos económicos, porque en mi vida había conocido a gente con tanta fe en Dios y sobre todo en la Virgen María. Este es el aspecto que sin duda más ha llamado mi atención. Como bien sabe cualquier persona con un mínimo interés en este país africano, Burundi ha estado años en Guerra Civil, pero no es solamente esta situación la que le convierte en el segundo país más pobre del mundo, sino que además no cuenta con recursos ni naturales ni económicos, ni con un gobierno medianamente organizado, y sobre todo, lo más triste y difícil de conseguir según mi punto de vista es la educación y formación en las escuelas.



Ciertamente un voluntariado en semejante país es duro, porque un occidental como nosotros, acostumbrado a todo tipo de lujos y caprichos echa en falta muchas cosas, pero lo material si os soy sincera se echa en falta los dos primeros días. Lo que yo personalmente más he necesitado ha sido tener la certeza de «guardar» lo que ese país me ofrecía, necesitaba volver a España segura de que esa alegría y felicidad incondicionales volverían conmigo a mi casa, a mi rutina, a mis lujos innecesarios, y según iban pasando los días en África me frustraba el pensar que todo lo sentido y experimentado en Burundi lo podía perder nada más aterrizar en suelo español. Este principal miedo lo sentía porque en Burundi he sido una persona realmente feliz, nunca he sido más feliz en toda mi vida. Uno se entrega en cuerpo y alma para las diferentes actividades, pero eso no es lo que más me ha aportado, sino lo que he llegado a sentir rodeada de todos los burundeses. Los burundeses son personas que ofrecen y dan sin esperar recibir nada a cambio, son personas trabajadoras y hospitalarias, humildes y, sobre todo, sonrientes. Pasear por las calles era una maravilla, todo el mundo te saluda, te da la mano, te reparte besos y abrazos, ¿cuándo hemos visto esto en España? Entre ellos se respetan y también respetan al blanco que viene a «invadir» su país. Paseando por las calles un muzungu (hombre blanco) es perseguido por jóvenes y niños como el auténtico flautista de Hamelín, despertamos en ellos muchísimo interés, y nos persiguen simplemente para mirarnos, para intentar conocernos y ante todo para ofrecernos lo que tienen.



Me ha impresionado mucho su capacidad de perdón. Los burundeses son personas que saben perdonar, después de todas las atrocidades sufridas saben perdonar al que mató a su familia delante de sus ojos, sabe perdonar al occidental que no le deja seguir adelante porque son nuestros gobiernos los que controlan África entera, saben perdonar a sus políticos corruptos. Y no solamente perdonan sin cesar, sino que además piden por todos ellos, por todos nosotros, encima lo hacen en plena constancia. Un ejemplo claro es el episodio de Buta, donde cuarenta jóvenes mártires perdieron la vida, y los supervivientes aseguran haber perdonado a los autores de la masacre.



Leí hace poco una frase en un libro de Katherine Pancol que decía: La felicidad es aceptar la lucha, el esfuerzo, la duda, y avanzar, avanzar franqueando cada obstáculo. A pesar de no contar con nada, ni ayudas, ni recursos, los burundeses son el perfecto ejemplo de esta frase, luchan por su dignidad y por sus seres queridos, se mantienen siempre unidos a pesar de que hace poco tiempo la Guerra Civil mantenía una lucha entre razas. El sentimiento de unidad entre familiares y amigos lo tienen desde que nacen, y lo demuestran cantando y dando gracias por esa familia que Dios les ha dado y dando gracias por el amor que se reparten entre ellos. Su lucha diaria reposa en el amor, no en la ambición, ni en la necesidad de tener y poseer, sino en el amor… En el amor a los demás, el amor por la vida. Cuando se ama, uno está salvado. Y es todo esto lo que más me ha llenado, lo que me ha convertido en la persona más feliz del mundo, y no quiero que todo esto termine y se apague dentro de mí.



No sólo necesito tomar ejemplo de este amor y unidad, sino sobre todo debo tomar ejemplo de su fe. Como católica, ha habido momentos a lo largo de mi vida en los que he estado más cerca o menos de Dios, de la Virgen, de la Iglesia; supongo que es de lo más normal y no soy la única a la que le pasa, por algo somos humanos y tenemos la libertad de elegir nuestro camino. Pero no siempre es fácil, Dios no nos viene a buscar directamente, tenemos que poner de nuestra parte y hacerle saber que estamos a su disposición. Esta pequeña (o grande confesión, según cómo se mire) me sirve para hablar de la fe. En Burundi todas mis dudas en este respecto han desaparecido, ya que he visto la cara de Dios en cada una de las personas que he conocido, tanto en los voluntarios españoles, en la de los chilenos y sobre todo en la de todos los burundeses. Esta gente reza a cada momento del día, al terminar una actividad, al comenzar otra, antes y después de comer, asisten a misa (pero asisten de verdad, no como en España, que nos sentamos y repetimos como papagayos), cantan con sentimiento canciones para Dios y para la Virgen, canciones que te hacen llorar desconsoladamente. Se apoyan en Dios porque saben que en realidad es eso lo que importa, no desean tener una casa más grande, luz eléctrica, un móvil última generación o simplemente tres comidas diarias, lo que realmente cuenta para ellos es que Dios no les abandone, y ese sentimiento te lo transmiten de forma increíble. El colmo es que además rezan por ti, un occidental con todo lo habido y por haber. Pero lo que pasa es que en Burundi el individualismo no existe, todo es para el prójimo, ¿existe eso en Europa? Desde luego yo no lo he visto más que en contadas ocasiones, y desgraciadamente las puedo contar con los dedos de una mano…



Evidentemente no puedo terminar de escribir sin agradecer a todos mis compañeros su eterna ayuda, su eterno apoyo. Cuando hablo de mis compañeros me refiero a todos los que despegamos juntos desde Madrid, a los chilenitos, a los Padres de Schoenstatt, a todos los burundeses y por supuesto a Joaquín, que sin él todo este sueño no se habría hecho realidad.



Gracias Burundi por darme la oportunidad de conocer a tu gente, de hacer amigos a los que nunca olvidaré y de enseñarme cosas que jamás pensé que sería capaz de sentir, gracias por haber hecho que abriera los ojos y que me diera cuenta de cosas muy importantes, gracias por enseñarme a rezar y a trabajar duro, gracias por brindarme la experiencia de mi vida. Volveré, prometo que voy a hacer lo imposible por volver, pero mientras tanto le pido a Dios fuerza para seguir dando el mejor testimonio de este país y para seguir trabajando desde España por un futuro mejor para toda la gente maravillosa de Burundi.


MURAKOTZE,




Royal

lunes, 6 de septiembre de 2010

Una colaboración



Joaquino, nos pides colaboración para el blog y por ello me arranco, pese a que se me plantea difícil aportar algo mas, después de haber leído tu carta de despedida, en la que expresas con total claridad sentimientos que compartimos todos los que, gracias a ti, hemos podido realizar este viaje.



Dicho esto, al tajo.

En primer lugar me gustaría hacer una breve reflexión sobre la responsabilidad que tenemos como seres humanos, de luchar contra la pobreza. Pese a que erradicar la pobreza extrema y el hambre es uno de los objetivos del milenio, establecido por Naciones Unidas para 2015, en 2005, 1,4 mil millones de personas vivían en condiciones de pobreza extrema (dato del Informe 2010 Objetivos de Desarrollo del Milenio).



Hemos tenido la oportunidad de visitar uno de los países mas pobres del planeta, palpar esta pobreza, conocer de primera mano a aquellos que la sufren, a aquellos que les falta de todo y también todos hemos podido comprobar que en su inmensa pobreza, pese a haber sufrido la penalidad de una guerra, mejor dicho, de una serie de guerras, con lo que implica de dolor, crueldad y un grado de sufrimiento, que difícilmente alcanzaremos a comprender jamas, sus habitantes son alegres, cariñosos, trabajadores y para colmo generosos. Personalmente me ha impresionado como, en su pobreza y sufrimiento, mantienen una gran dignidad y entereza personal.



De entre los seres humanos, aquellos que vivimos en el primer mundo, somos los principales responsables del cumplimiento del objetivo de erradicar la pobreza y el hambre en el mundo, por algo tan evidente como es, que somos quienes mas tenemos. Que este objetivo no solo no se cumpla, si no que no tenga visos de cumplirse, es algo que sencillamente creo nos tiene que indignar y una vez superada esta, movilizar. Debemos de ser activos en la lucha contra la pobreza, individualmente, no dejándolo en manos de terceros, bien sean instituciones como Naciones Unidas o Caritas. Y no solo respecto a la pobreza lejana, si no también a la cercana. Debemos exigir a nuestros gobernantes que asuman un firme compromiso en la lucha contra la pobreza y apoyar a aquellos que se empeñen en el intento y cuando estos fallen, por que ya están fallando y a los hechos me remito, apoyar a aquellos que no fallan, Ordenes Religiosas, ONGs, personas individuales...que no resolverán el problema, pero al menos ofrecen apoyo y consuelo...comida, ropa, trabajo, vivienda, medicinas.



Y esto me lleva a mi segunda reflexión. Aquella relativa a las personas que hemos conocido vinculadas a la Iglesia Católica, bien a través de Caritas, Shoenstatt, Misioneras de la Caridad o Hermanos Blancos. Me ha conmovido su entrega desinteresada y su humanidad. La labor que realiza la Iglesia Católica en el mundo, para llevar dignidad individual allí donde no va nadie, es inconmensurable, también en el primer mundo. Es evidente que otras organizaciones religiosas no católicas, o simplemente no religiosas realizan una labor igualmente encomiable, pero como católico que soy, me motiva especialmente pensar en estas personas y no en aquellos otros, cuyo comportamiento y opinión me puede doler mas.



No puedo dejar de comentar la extraordinaria fuerza de las mujeres burundesas, de belleza sin igual en algunos casos, pero de carácter firme y decidido. Con razón los microcréditos se los conceden a ellas. Y creo que merece la pena el comentario, no tanto por que esta fuerza destaque frente a las mujeres españolas, que aunque poco duchas en esto del cine y la canción española, nos han dado un ejemplo de fuerza, dedicación, empeño, decisión y sobretodo de cariño y entrega, si no por las condiciones de igualdad de oportunidades que tiene la mujer en muchos países fuera del primer mundo. No he podido profundizar en esta materia, pero tengo la sensación que en Burundi la igualdad entre mujeres y hombres, se ha alcanzado de facto, ya que el sufrimiento previo no ha distinguido sexos.



Por último, no quiero dejar de comentar algunos aspectos mas personales. El mas destacable y sobre el que mas tengo que pensar es que durante casi 21 días, he sido extraordinariamente feliz, o al menos así me he sentido. No tengo ninguna duda que haber ido con mi sobrino ha sido un elemento clave en esta felicidad, pero también mis compañeros de viaje y todas aquellas personas que hemos conocido en Burundi, voluntarios y el equipo técnico residente. No habían pasado muchos días cuando decidí que tengo que volver a Mont Sion. No se si será ni siquiera parecido, pero una experiencia así hay que intentar repetirla e intentar sentirla en nuestro día a día y en este sentido me he vuelto "abrazador", por que si algo, si por encima de todo, algo me ha conmovido, ha sido los abrazos de los burundeses, niños y mayores, hombres y mujeres. Algo de mi alma ha quedado allí.

Y como una colaboración no puede terminar sin un parrafito de agradecimientos... allá va, sin orden ni estudio previo. Al "Dream Team" que formamos allá por finales de invierno, inicios de la primavera y que nos conocimos a horas intempestivas en el aeropuerto de Barajas...donde después de ver como despedía Mercedes al táxista, ya tenia que haberme olido algo de eso de los abrazos...pero no caí. A todas y a todos....mil millones de gracias. Gracias a "Mundo Chile" en todas sus versiones, Claudio, Rodrigo y Matias (Mónica tu no estas en Mundo Chile si no en Mundo España)...el Pisco es claramente un gran invento de la humanidad y no es tóxico. Sin las canciones chilenas no ganamos furor ni de broma. Topisimo conoceros. Urakoze a todas y todos los voluntarios burundeses, a los mokolikis y a todos aquellos burundeses con quienes nos hemos topado de una manera o de otra. Y por supuesto a nuestro Road Leader...Joaquino...la piedra siempre en el TU.



Gracias Jesusito de mi vida.

AMAHORO.

Tito Fer