viernes, 27 de agosto de 2010

UNA EXPERIENCIA INOLVIDABLE


Me llamo Teresa, tengo 25 años y me gustaría compartir con todos vosotros mi experiencia durante unas semanas en Burundi.



Todo aquello que esperaba sentir antes, durante y después de mi viaje a Burundi se cumplió con creces. Echando la vista atrás y pensando en la cantidad de comentarios que escuché y me dijeron antes de llegar a África, vi como se fueron haciendo realidad poco a poco, pero con una visión distinta, una experiencia realmente vivida por mí, ahora era yo la que iba a poder expresar y contar a todo el mundo lo vivido durante mis días allí.



Me decidí a aventurarme en este viaje gracias a mi amiga Mónica, quien durante un año entero no dejó de repetir una y otra vez lo contenta, sorprendida y encantada que quedó tras su visita a Burundi durante tres semanas del verano de 2009 (pobres de nuestras amigas que ahora nos van a tener que aguantar a las dos).
Probablemente habrá muchos de vosotros que no lleguéis a entender del todo lo que se siente en este país, ya que era algo que me pasaba a mí antes de llegar a Burundi; pero es totalmente cierto, el sentimiento de sacrificio que tienes al principio cambia en cuanto pisas el país y te das cuenta de que te sientes como uno más de ellos, te envuelven en un fuerte abrazo y pareces estar en casa, con tu familia, con la gente que te quiere. Los burundeses son personas increíbles en las que destaca principalmente su generosidad, amor, comprensión, alegría, energía, lucha por un país mejor, espiritualidad y devoción total a Dios.



Pasamos mucho de nuestro tiempo junto al grupo de voluntarios burundeses, chicos y chicas de nuestras edades, con nuestros problemas, con ilusiones y esperanzas al igual que nosotros. A pesar de que algunos de ellos no tenían apenas nada, lo poco que tenían lo compartían contigo. Cuando fuimos a visitar a sus familias y amigos nos recibieron con gran deseo de conocer más acerca de nosotros y mostrarnos todo sobre ellos, querían dedicarnos su tiempo y, por supuesto, compartir lo poco que tienen. Ese día nos hicieron sentir especiales, acogidos y queridos por cada uno de los miembros de las distintas familias. Gracias de verdad a todos y cada uno de los voluntarios que nos acompañaron durante nuestros días en Burundi.

Sin lugar a dudas una de las cosas que más me ha sorprendido son los niños. Sus sonrisas, sus abrazos, sus ganas de vivir son sorprendentes. Con sólo darles un caramelo, ofrecerles tu mano, cantar y bailar junto a ellos, parece que les estés regalando el mundo. Impresiona el ver la ilusión con la que los niños se acercaban a nosotros, nos abrazaban, nos tocaban el pelo (alucinan con las melenas largas y lisas, y más si son rubias, ¿verdad Belén?, jaja)…simplemente estaban en ocasiones necesitados de cariño y amor.



Les organizamos actividades a las que acudían siempre con una sonrisa de oreja a oreja. La famosa Gymkana, muy bien organizada por Elvis por cierto, taller de pulseras, juegos varios de toda la vida: el pañuelo, relevos, la goma, el escondite…, les encanta bailar y disfrutaban mucho con las canciones que les poníamos. Con las actividades lográbamos reunir entre 60-80 niños que llegaban a salir casi hasta de debajo de las piedras cuando nos veían aparecer o se corría la voz entre ellos de que los “Muzungus” (hombres blancos) estaban organizando juegos. La verdad es que fueron varias mañanas espectaculares en las que predominaban las sonrisas a tutiplén. Cuando llegabas a casa te sentías feliz, aunque no hubiésemos solucionado el mundo, por así decirlo, te llevabas una sensación alucinante contigo, porque sabías que, aunque sólo hubieran sido unas horitas, ellos habían disfrutado a lo grande.



En este viaje he cogido especial cariño a cada uno de los niños de la casa de Mariya Arafasha. Son niños realmente especiales, muy inteligentes, listos y con una fuerza desbordante. Parece mentira que gente tan pequeña en edad sean tan grandes de corazón.

Las actividades que hemos realizado día tras día han sido realmente gratificantes; pintar un dispensario (con su correspondiente guerra de pintura, creo que alguno que otro todavía sigue teniendo pintura en el pelo), ayudar a derribar e iniciar la casa de uno de los voluntarios burundeses, los baños en el lago Tanganica con los niños de María, los juegos… pero sin lugar a dudas destacaría las visitas a la Casa de las Hermanas de la Caridad de la Madre Teresa de Calcuta. La llegada a los centros fue alucinante; ver a tantos niños huérfanos de apenas un añito, personas enfermas, gente maltratada, desnutrida…el corazón se te encogía en cuanto les ibas saludando. Las hermanas nos contaron algunas de las historias de aquellas personas cada cual más sobrecogedora. Aun así cuando hablabas con ellos desbordaban alegría, energía y unas ganas sorprendentes de vivir.



Por otro lado, me ha sorprendido la devoción que tiene los burundeses, tienen una fe inmensa. Dan gracias absolutamente por todo y prácticamente en cada momento. Llevan una vida cristiana plena. Aprovecho para dar las gracias al Padre Claudio y al Padre Rodrigo, sus palabras han sido muy enriquecedoras para mí acercándome más a nuestra Madre y a nuestro Señor. Tuvimos la suerte de asistir a varias misas en Mont Sion que catalogaría como especiales, dado que nos acercaron a Dios en todo momento, nos sentimos parte de ellas al poder participar y expresar lo que sentíamos.
Me gustaría dar las gracias a mi grupo de voluntarios españoles; juntos hemos aportado un granito de arena a la causa. Nuestros valores y visiones de la vida en general se unieron para que durante unos días Burundi sonriera y fuera más feliz. Hemos dado y recibido. Mónica, Elvis, Irene, Belén, Royal, Teresa Machés, Mercedes, Edu, Jose, Fernando, David y Miguel sois increíbles de verdad. Gracias a nuestro chilenito particular, Matías, quien aportó, también, grandes cosas al equipo.

Por último, gracias Joaquín, sin ti esta experiencia nunca hubiera sido posible. Tus ganas de luchar, trabajar duro, tu persistencia y perseverancia, tu energía, tu afán emprendedor, tu infinito cariño son dignos de alabar. Gracias por cada uno de los momentos e instantes que hemos vivido en Burundi y por habernos dado la oportunidad de compartir junto a ti tu maravilloso y magnifico proyecto de vida.
Animo a todas aquellas personas que quieran prestar parte de sus días a colaborar un poquito por estas personas. No se arrepentirán. Merece la pena. Es una experiencia inigualable, inolvidable, que siempre quedará en el recuerdo.

GRACIAS BURUNDI!!!!


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